Si todo arte, por definición, ofrece un lenguaje universal, el Naif, hace a este lenguaje más diáfano y más directo, más puro y elemental, más cercano al sonido interno de las cosas, puesto que, como señala Kandinsky, "es un cosmos de los seres espritualmente activos"

(Cristobal Lopez Carvajal)

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sábado, 22 de mayo de 2010

Léon Markarian

Lévon Markarian nació en 1906, en Erményköy (Haykur en armenio), pequeño puerto del mar de Marmara, cerca de Panderma.
En 1914, la familia Markarian compuesta de seis niños es expropiada y deportada en Adana.
En 1921 Lévon regresa en Erményköy con toda la familia, pero los exacciones continúan.
El 10 de agosto de 1922, Karékine el padre de Lévon de acuerdo con él, decide dejar el país.
A las 9 de la tarde, la familia Markarian se embarca a bordo de su velero, abandonando todo
su patrimonio en su pequeño pueblo de pescadores.Atraviesan el mar de Marmara y son obligados a causa de la tempestad a resguardarse en Tekirdag. Pasando el estrecho de los Dardanelos de noche, le hacen escala a Alexandroupolis luego alcanzan a Cavalla en Grecia dónde venderán su barco. Se quedarán allí algunos tiempos para instalarse luego en Salonique
El 25 de marzo de 1925 entrarán en el puerto de Marsella. Lévon le deja a su familia a Aix en Provenza para ir rendirse a Niza a casa de un pariente que dirige una empresa de construcción en edificio.
Lévon verdaderamente se hace León el 25 de febrero de 1928; este día allí, se casa con Lucie Floresta, instalando definitivamente a su familia en Niza.

Es en 1956 que se pone a la pintura ya que la pasión nunca lo ha dejado desde su infancia. Y en 1971, cuando se retira, perfectamente domina su arte, gracias a su amor para la pintura y gracias a la poesía que suelta.
En 1983, mientras que estaba en la cumbre, León gravemente enfermo y se agarra apasionadamente a la pintura hasta 1990, dónde fallece, dejando una obra considerable.
web http://markarian.chez-alice.fr/hom

sábado, 24 de abril de 2010

Séraphine Luis

Texto sacado del blog "mujeres en el arte"

(El siguente texto es un resumen extraído de:
BIHALJI-MERIN, Oto: El Arte Naïf, ed. Labor, Barcelona, 1978. ISBN: 84-335-7558-9; pp. 45-)

“Séraphine Louis, algunas veces citada como Séraphine de Senlis, nació en 1864 en Assy (Oise). Jamás estudió pintura, ni durante los tiempos de su niñez, cuando fue pastora, ni posteriormente, cuando trabajaba como sirvienta.

¿Cuándo empezó a plasmar con formas y colores sus sueños y sus impulsos? ¿Por qué lo haría? Sabemos muy poco del drama íntimo de su pequeño ser. Y quizás todavía sabríamos menos de su arte si el azar no la hubiera reunido con aquél hombre que, impresionado por las imaginaciones de Rousseau, seguía la huella de los modernos primitivos.

En el año 1912 Wilhem Uhde se trasladó a Senlis para descansar en la paz de esa vieja y pequeña ciudad de la Ile de France, cercana a Paris y, al mismo tiempo, alejada del Barullo. Cada mañana acudía una mujer para limpiarle la vivienda. Uhde apenas se fijó en ella. Un buen día vió en una casa de Senlis un bodegón de manzanas que le llamó la atención. Preguntó el nombre del pintor. << ¡Es su asistenta Séraphine!>> Hasta ahí le había guiado el destino a ciegas. Ahora podía cuidarse Uhde de que los estáticos ramos de flores crecieran hasta convertirse en poderosos árboles de fantasía. (…)

Uhde señala que Séraphine guardaba rigurosamente el secreto de su pintura. Nadie podía mirar cuando ella pintaba, cuando mezclaba los colores y preparaba el lienzo para que todo se efectuara con perfección artesana. Vivía con un recogimiento monacal en su pequeña habitación, sobre cuya chimenea siempre ardía una eterna luz a la Virgen.

Pequeña, ajada, con mirada ardiente y oscura sobre su pálido rostro, pintaba en una especie de trance, como jardinero místico, los flamantes ramilletes tras los cuales se oculta la tentación de todo lo sagrado. Plantas carnales con frutos rodeados de pestañas, ornamentos foliáceos hechos de suntuosas plumas delicadamente coloreadas, en cuyo resplandeciente nervio se abren ojos. Extraña malla de susurrantes y concupiscentes ramajes con sartas de perlas compuestas por bayas del arbusto de la ternura, y umbelas estrelladas del jardín de los placeres. (…)

(…) Todas las luces y las brasas de sus sueños se apagaron un día. Entonces vagó de casa en casa y predicó el fin del mundo. Su espíritu había quedado vacío y desequilibrado. En 1934 murió en el asilo de ancianos de Clermont.



Para Séraphine el arte fue como una revelación. Para ella la pintura –igual que para Van Gogh- era un acto afectivo. Era como si se redimiera mediante el acto de la creación. Con los ojos inmensamente abiertos caminaba a ciegas por la uniforme monotonía de su insignificante vida.
El ignorante mundo la tomó por la humilde sirvienta de Senlis. Pero ella había sido llamada para ver, para mirar, a través de los bastidores perecederos de lo temporal, y para anunciar la eternidad. (…)”

Higinio Mallebrera

La diosa de las flores
Nos dice Vallejo-Nájera en su libro "Naïfs españoles contemporáneos" de 1975, sobre Mallebrera:

Mallebrera es uno de los pintores más importantes del mundo naïf y con su sola presencia algunos de los tópicos más frecuentes sobre "lo naïf": La torpeza para el dibujo, la falta de perspectiva y de sombreado se suele tomar como rasgos típicos del naïf. Efectivamente, se dan con frecuencia, y la falta de sombras, por ejemplo, es lo que le da ese caráter de realidad irreal, de mundo onírico un tanto surrealista que tienen algunos naifs.

Pero estos rasgos no son "cuualidades"; sino más bien defectos que dificultan que esa pintura tenga la talla de tal pintura y no se quede en "graciosa y decorativa".

Mallebrera dibuja magnificamente, y es curiosa la disparidad de resultados cuando copia de un grabado o una fotografía, en que la fidelidad es "fotográfica" a cuando inventa. Entonces el espectador puede pensar que a Mallebrera "le ha salido así", pero el pintor insiste en que "es así".
En cuanto al sombreado y perspectiva ya hemos visto la importancia y el cuidado que pone en lograrlos; lo que ocurre es que lo hace a su modo, muy bien, pero "a su modo", creando ese mundo propio, inconfundible, de enorme fuerza.

Los cuadros de Mallebrera son Pintura, naif o lo que se quiera, pero siempre Pintura, con mayúscula.
Higinio Mallebrera muere en Barcelona en el año 1980 a la edad de 89 años.